La
enfermedad de Alzheimer (EA), también denominada demencia senil de
tipo Alzheimer (DSTA) o simplemente Alzheimer, es una enfermedad
neurodegenerativa que se manifiesta con deterioro y trastornos
conductuales. Se caracteriza en su forma típica por una pérdida de
la memoria inmediata y de otras capacidades mentales (tales como las
capacidades cognitivas superiores), a medida que mueren las células
nerviosas (neuronas) y se atrofian diferentes zonas del cerebro. La
enfermedad suele tener una duración media aproximada después del
diagnóstico de 10 años, aunque esto puede variar en proporción
directa con la severidad de la enfermedad al momento del diagnóstico.
La
enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia, es
incurable y terminal, y aparece con mayor frecuencia en personas
mayores de 65 años de edad. Aunque también en raros casos puede ser
desarrollada desde los 40 años. Los síntomas de la enfermedad como
una entidad nosológica definida fueron identificados por Emil
Kraepelin, mientras que la neuropatología característica fue
observada por primera vez por Alois Alzheimer en 1906. Así pues, el
descubrimiento de la enfermedad fue obra de ambos psiquiatras, que
trabajaban en el mismo laboratorio. Sin embargo, dada la importancia
que Kraepelin daba a encontrar la base neuropatológica de los
desórdenes psiquiátricos, decidió nombrar a la enfermedad
Alzheimer en honor a su compañero.
Por
lo general, el síntoma inicial es la inhabilidad de adquirir nuevos
recuerdos, pero suele confundirse con actitudes relacionadas con la
vejez o el estrés. Ante la sospecha de Alzheimer, el diagnóstico se
realiza con evaluaciones de conductas cognitivas, así como
neuroimágenes, si están disponibles. A medida que progresa la
enfermedad, aparecen confusión mental, irritabilidad y agresión,
cambios de humor, trastornos del lenguaje, pérdida de la memoria de
corto plazo y una predisposición a aislarse a medida que declinan
los sentidos del paciente Gradualmente se pierden las funciones
biológicas, que finalmente conllevan a la muerte. El pronóstico
para cada individuo es difícil de determinar. El promedio general es
de 7 años, menos del 3% de los pacientes viven más de 14 años
después del diagnóstico.